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Yamila Hassar


Cómo expresar en un papel cada gracia que hemos recibido de los sacerdotes del seminario “Santa María Madre de Dios”

Si hay recuerdo de mi niñez que me llena de alegría y que hace esbozar una sonrisa en mi rostro de manera nostálgica, es aquel grandioso saludo con que nos identificábamos con el sacerdote que nos visitaba.

Por el año 1993 vivía junto a mi familia: mis padres y 3 hermanos en Poste de Hierro, zona rural de General Alvear, y porque Dios es así de generoso, golpeó a nuestra puerta un seminarista invitándonos a participar de la Santa Misa que se celebraría en un colegio cercano a la zona. Mis padres, firmes trabajadores de la finca, estaban en tiempos de cosecha y no pudieron participar, pero no dudaron en darme el permiso para asistir… Finalizada la Santa Misa nos invitaron a participar de charlas de conocimiento de la Fe y eso me fue uniendo cada vez más a la Santa Madre Iglesia. Como es de esperar un año más tarde ya estaba dando catequesis a un puñado de niños inspirada más en el Espíritu Santo que en mis pocos conocimientos, y había sido una vez más, un sacerdote del seminario de San Rafael quien nos animaba a iniciarnos en el camino del apostolado.

¡Cada año, Dios no se dejó ganar en generosidad! confesiones, comuniones, dirección espiritual confirmaciones y allí donde abundaban las necesidades materiales, sobreabundaron las gracias espirituales! Todo debido a nuestros queridos sacerdotes que venían de una parroquia cercana, de misiones o por distintos motivos pero cada uno de ellos venía con la formación del Seminario de San Rafael, tengo presente infinitos recuerdos de ellos pero algo que nos marcó a todos fue el acompañamiento del sacerdote en la enfermedad de un ser querido, el ayudarnos a tener esa mirada sobrenatural de consuelo para la familia de cada persona que partió a los brazos de Dios, tanto tanto que agradecer no puedo nombrarlos a todos pero si siguen presente en mis oraciones….

Años más tarde llegó un nuevo y joven sacerdote que nos invitó a participar de la Legión de María, y ahí pudimos saborear más de cerca el amor a nuestra madre del cielo, haciendo una gran cantidad de amigos en Dios.

Podría escribir un libro de los bienes que hicieron los sacerdotes en cada familia; eran tan distintos entre ellos pero tenían algo en común: nuestro Seminario Diocesano.

Por ser testigo directo, no puedo terminar esta carta sin nombrar a la familia del actual sacerdote Padre Gastón Funes. Lo recuerdo como si fuera ayer cuando llegó pequeño y animado a jugar en aquel patio de la escuela. Nadie sabía lo que Dios tenía preparado para aquel niño, y grande fue la alegría cuando años más tarde, sus papás, llenos de dudas pero con gran orgullo, lo entregaban en brazos de Dios para ser sacerdote, fructificando hoy en la misión de Cuba donde hace carne todo lo aprendido en el Seminario, derramando gracias no sólo en aquel país, sino en cada uno de los que pudimos acompañarlo desde niño.

Tengo muchas cosas mas que contar, pero como dije al principio, es imposible escribir en unas líneas todos los bienes recibidos del Seminario no sólo en estas tierras sino en otras tan lejanas a las nuestras y sin embargo, tan cercanas por la formación que han recibido en común todos nuestros sacerdotes.

Sólo tengo palabras de agradecimiento a Dios y a María Santísima por haber inspirado a Monseñor Kruk manteniéndolo en su valentía y firmeza en la defensa de esta Casa de formación espiritual, pero también por seguir derramando gracias a través de tantos formadores y de tantas manos benditas que derraman innumerables Gracias.

Junto a mi esposo e hijos, ruego a Dios y a nuestra Santa Madre que no se lleve a cabo el cierre del seminario. Yamila Hassar


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