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Pbro. Esteban Navarro


¡Buenas! Soy el Padre Esteban Navarro, nacido en San Rafael, tengo 28 años, he sido ordenado Sacerdote hace unos meses, en diciembre del 2019. Como Sacerdote estuve ayudando unos meses, allí en nuestra Catedral, luego 1 mes misionando en Cuba y actualmente soy vicario de la Parroquia San Francisco de Asís en Real del Padre. Dice el dicho: “Es de buen nacido, ser agradecido” y por eso hay que agradecer. Agradecer a Dios, porque Él es el que concede todo y sostiene todo lo que nosotros podemos recibir. Agradecerle a Dios por haberme hecho sacerdote Suyo, un don infinito que nos fascina y que a la vez nos hace temblar, y un don que sólo fue posible por otro Don de su amor y es el Don de nuestro Seminario. Yo particularmente, quiero agradecer a Dios por nuestro Seminario, porque todas las gracias que yo he recibido de Él, han sido de algún modo a través de este Seminario. Fui bautizado por un Sacerdote formado en el Seminario, mi padrino de Bautismo es un sacerdote formado en el Seminario, mi padrino de confirmación es otro sacerdote formado en el Seminario. Siendo niño, con 10 años, escuché un sermón de otro sacerdote, que habló del sacerdocio, y allí despertó en mí la vocación, el llamado de Dios. Otro sacerdote formado en el Seminario, me ayudó a ir madurando esta vocación hasta que llegué al Seminario. Allí fui conociendo a tantos sacerdotes que, fueron regando esta semilla que Dios había sembrado, regando con sus oraciones, abonando con sus sacrificios, con sus ejemplos y podando también con sus correcciones para que podamos dar los frutos, que Dios espera que demos. Hemos recibido gracia sobre gracia, junto al don de la vocación, el don del Seminario; y junto al don del Seminario el don de ejemplos sacerdotales y esto es también lo que quiero agradecer: los ejemplos sacerdotales del Seminario. Ellos fueron lo que nos enseñaron a adorar a Dios con reverencia y con sencillez y postrarnos solamente ante Él. Ellos, fueron los que nos enseñaron a amar a la Iglesia y sacrificarnos por ella. Ellos, fueron los que nos enseñaron a amar a las almas y si es necesario dar la vida por ellas. Ellos, fueron los que nos mostraron que es posible hoy, responder con fidelidad al llamado de Dios. No quiero ser injusto con tantos buenos y virtuosos sacerdotes del Seminario, pero sí quisiera agradecer a Dios, por quien fue mi Rector, el Padre Alejandro. En los años de Seminario recibimos su ejemplo sacerdotal que tanto bien nos hizo, él nos enseñó, que el Sacerdote es aquel que sufre en silencio, él nos enseñó que el Sacerdote es aquel que vive siempre de cara a Dios; él nos enseñó que el Sacerdote debe ser noble y transparente en su obrar; él nos enseñó que el Sacerdote debe ser un monje en la oración y después entregarse sin descanso por las almas encomendadas. ¿Cómo no agradecer el amor que estos sacerdotes del Seminario encendieron por nosotros por la Santísima Virgen? Ellos nos enseñaron que la Virgen María, como a San Juan, se nos ha dado en la Cruz. Se nos ha dado en la Cruz y para la Cruz. Por eso, en esta Cruz que atraviesa el Seminario y la Diócesis, es el momento para acudir a Ella. Es ahora, cuando más brilla nuestra Madre, junto a la Cruz siempre está la Virgen de pie. Si vemos que se acerca la Cruz, nunca nos olvidemos de mirar a la Virgen, de invocar a la Virgen, de suplicarle a la Virgen. Junto a la Cruz estaba María. Junto a la Cruz del Seminario, está la Virgen María. Acudamos entonces a Ella. Santa María, Madre de Dios, Patrona de nuestro Seminario, ruega por nosotros y ruega por tu Seminario.


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