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“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.
En estas líneas quiero dejar plasmado lo que significa el seminario y dar gracias a Dios por tan hermosa obra.
Soy Yamila Gutierrez, nacida y criada en una ciudad de Neuquén, llegué a San Rafael a los 18 años, no era de ir a la Iglesia, no conocía casi nada sobre la religión, solo lo que había aprendido de chica en el catecismo, pero después nunca más me formé, ni tampoco asistía de manera frecuente a misa. ¿Cómo no dar gracias a Dios por todo lo recibido a través del seminario diocesano y los sacerdotes formados allí? Si hoy soy católica gracias a que un sacerdote diocesano me ayudó a
iniciar en la fe. ¡Los caminos y los tiempos de Dios son preciosos!
Este sacerdote atendió mis inquietudes, me sacó dudas y me dio buenos consejos para salir de aquella vida apegada al mundo, uno de esos consejos fue comenzar un grupo donde había muchos universitarios, en el cual, no solo iba a poder conocer a otras chicas, y chicos, sino también formarme y también poder disfrutar de salidas a la montaña, campamentos, retiros, peñas etc; ese grupo era Pastoral Universitaria, por él pasaron muchos sacerdotes formados en el Seminario “Santa María Madre de Dios”, ese grupo y esos sacerdotes trajeron luces no solo a mi alma sino a la de muchos otros jóvenes que deseosos esperábamos el viernes en la mañana para encontrarnos y poder disfrutar de una charla más, una gracia de Dios inmensa.
Nunca voy a olvidar la primera ordenación sacerdotal que fui, el misterio inmenso del sacerdocio, todo en la Catedral era alegría, la alegría que brota de corazones agradecidos con Dios de que nos regalara un sacerdote más a la diócesis, el incienso, los cantos, el seminario, los sacerdotes, la solemnidad, todo era alegría. ¿Cómo no dar gracias a Dios por el hermoso regalo de tener un
seminario en nuestra ciudad? ¿cómo no dar gracias a Dios por darnos tantos sacerdotes? ¿cómo no agradecer a esos sacerdotes dedicados al cuidado de las almas? Cada vez que alguien enferma, cada vez que alguien muere, cuando necesitamos consejos, cuando necesitamos confesión, ahí están ellos, siempre.
“Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán fuego encendido, ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del amor divino.” Realmente su fervor por las almas, el inmenso amor a la Virgen, el gran respeto a la Eucaristía, la fidelidad de ellos a la Iglesia, al Santo Padre, es un gran ejemplo para los que vivimos en esta hermosa ciudad.
Bendito sea Dios por darnos un seminario con tantas vocaciones.
Gracias a cada sacerdote y cada seminarista.
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