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Si las paredes y el parque del Seminario pudieran hablar… gritarían tantas gracias recibidas. Pues allí, en el Seminario se respira a Dios, se vive un verdadero espíritu de fe, paz y oración, de amor a Dios, a la Eucaristía, a la Virgen María, a la Iglesia, al Sacerdocio, a la Sagrada Escritura, al Magisterio y Tradición…en fin un pedacito de cielo, en la calle Tirasso 2807 de San Rafael.
Son miles las anécdotas que se podrían contar del Seminario y de los sacerdotes allí formados… es para quienes hemos crecido al amparo de su sombra, la pena y el dolor más grande el pensar en su cierre. El Seminario Diocesano de San Rafael, es el útero espiritual de la Diócesis. Allí se forman cual otro Seno de la Virgen Santísima, los sacerdotes que nos acompañarán de la cuna a la tumba y hasta la eternidad…
Son tantos los aspectos positivos que pueden resaltarse, puntualizo sólo algunos, que me marcaron personalmente.
Allí, al Seminario, llegué una tarde de junio, buscando un sacerdote para pedirle ayuda, quien me recibió con gran caridad, era formador y por Don del cielo me ha acompañado espiritualmente en los últimos 15 años. Ante tantos malos ejemplos en el mundo, el dolor, la tristeza y el escándalo habían lacerado mi corazón. Y fue sentada en unos troncos del parque del Seminario, que el P. Fernando me fue descubriendo la Misericordia de Dios y el Don del Sacerdocio. Hoy puedo asegurar que fue Gracias a su sacerdocio, a su ejemplo y a su incomparable devoción y sermones a la Virgen María, que VOLVÍ A CREER EN EL SACERDOCIO. ¡¡¡Sí, Volví a creer en el sacerdote!!!
Es admirable ver a un sacerdote con corazón de madre, una “Madre con sotana”, pues lo he experimentado en los momentos duros de mi enfermedad y recuperación, en tantos otros sufrimientos y alegrías… el experimentar la presencia de Dios, con sus consejos sabios y graciosos, con su oración y sacrificios, con la confesión y la dirección espiritual, aún desde la sombra cuando estuve en otra provincia sirviendo a Dios. ¡¡Cuánto para agradecer al Cielo y al P. Fernando Martínez, quien nos ha formado y ayudado a la familia, a volar a Dios, desprendidos de todo, pero aferrados únicamente a Dios!!
Otra de las grandes gracias…ocurrió tiempo después, cuando escuché de labios de mi madre: “Tu hermano me dice que se quiere ir al Seminario”. ¡¡Qué felicidad IN-MEN-SA!! Obviamente a rezar y acompañarlo.
Ya seminarista, el ansiado domingo de visita era muy esperado, era festejo y alegría, empezando con la Santa Misa, el almuerzo en familia, las charlas en el parque, las Vísperas cantadas inigualables, la visita y compra en la librería, etc. etc…Recuerdo cierta vez, que llegada la hora del almuerzo, mis padres no fueron a comer… ¡¡y no había llevado comida!!… sencillamente mi hermano me invitó y me sirvió la misma comida de los seminaristas y formadores: ¡¡Eran unos ricos fideos con tuco!!, lo hermoso fue ver la sencillez, generosidad y naturalidad del hecho, y la sorpresa que, al rato, el Rector de ese momento el P. Luis Guerrico, viniera a charlar paternalmente con nosotros que estábamos comiendo solos.
En nuestras charlas de hermanos sobre Dios, como seminarista siempre terminaba – y aún hoy ya Sacerdote- preguntándole maravillada “¿Dónde te enseñaron eso?”, Y siempre escuché la misma respuesta: “En el Seminario”. ¡¡Cuánto bien a brotado de allí, de la oración y el estudio!!.
La gracia de tener un hermano sacerdote, sólo se explicará en el Cielo y al Seminario le debo su formación, el verlo crecer no sólo en conocimiento, sino en virtudes…en amor a Dios, a la Virgen, a la Iglesia, a los enfermos y moribundos… Es el Seminario, el lugar donde “postrándose de su nada, se levantó sacerdote para siempre”. ¡¡El regalo más grande que he recibido, luego de la fe, es el tener un hermano sacerdote!!
Una mención especial, por Justicia y caridad, debo hacer al Pbro Dr. Alejandro Ciarrochi, ya que han ensuciado particularmente su fama y buen nombre. Serán pobres mis palabras, pero grande la admiración por su ejemplo sacerdotal, por su sabiduría, prudencia y temple. Compartí con el Padre Alejandro, como dirigente de Aspirantes de A. C. A, varias actividades junto a otros jóvenes y niños y SIEMPRE FUE UN SACERDOTE INTACHABLE. Además, como Formador, con sus obras predicó su mejor clase y sermón. Estamos orgullosos de su Tesis que fue premiada en Europa, ¡¡como la mejor!!, pero mejor fue saber que lo escrito, lo hizo carne en su sacerdocio por defender la primacía de Dios y a las almas a cargo.
Por gracia de Dios también pude conocer en la Parroquia-Santuario “Jesús de la Divina Misericordia” y fuera de ella, a muchos sacerdotes, la gran mayoría formados en el Seminario. Cada uno aportó su grano de arena para que los fieles creciéramos en la vida de la gracia y amando los sacramentos, la Santa Eucaristía, la Virgen, compartiendo misiones, retiros, grupos, formación, viajes culturales, etc. etc. Y en una oportunidad pudimos viajar a Brasil para ver al Papa Benedicto XVI … y allí la sorpresa… un grupo de seminaristas con un cartel gigante: “SEMINARIO DE SAN RAFAL, FIEL AL PAPA”. Hoy ya están todos ordenados. Finalmente, destaco que al Seminario “Santa María Madre de Dios”, le ocurre lo que al cuentito de la Serpiente y la Luciérnaga… Luego de la persecución por montes y montañas, la serpiente acecha a la luciérnaga… y al encontrarse frente a frente, se entabla el diálogo…terminando la pequeña luciérnaga por preguntar: - “¿Por qué me quieres comer?” ... y la serpiente le responde: - “Te quiero comer tan sólo porque brillas”
¡¡Seminario Diocesano de San Rafael, por tus obras, por tus frutos, por tus formadores, por las numerosas vocaciones, por todo el bien que irradias, por el espíritu e impronta sacerdotal que forjas… te quieren cerrar… te quieren cerrar…TAN SÓLO PORQUE BRILLAS!!
Vanesa J. Eraso
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