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Mi nombre es Sor María Fátima de la Eucaristía, O.P., soy religiosa contemplativa me hallo en el Monasterio de Añatuya, Santiago del Estero, soy oriunda de San Rafael, Mendoza y quiero compartirles este testimonio a favor de los sacerdotes de esa Diócesis; pues les estoy muy agradecido a todos por su ejemplo, su entrega y generosidad en su ministerio sacerdotal.
El día 4 de mayo de 1.996 llegó a nuestra parroquia “Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro de Cuadro Nacional, el Padre Ricardo Noriega, estaba con mi hermana gemela, Silvana, en plena adolescencia, teníamos 14 años de edad, edad difícil, de cambios, de rebeldía, en la que uno espera crecer para vivir libre de ataduras, y así nosotras especulábamos poder ir al boliche, vestirnos a la moda etc., etc. Pero cuando el P. Ricardo llegó todo cambió en nuestras vidas. El Padre comenzó por invitarnos a la Legión de María a la que antes habíamos ido desde los 8 años y que por diversos motivos ya no estaba en nuestra parroquia. Además, el Padre organizó noches heróica y nos invitaba continuamente a la Adoración del Santísimo Sacramento. Insistía mucho en no dejar pasar ni un solo día sin comulgar… así se encendió en nosotras, junto con nuestra hermana mayor, Cecilia, un gran deseo de comulgar diariamente.
Comenzamos a venir muchos jóvenes a la Legión de María y también niños, se formaron grupos de señoras y creció enormemente la asistencia a la Santa Misa dominical. El Padre nos fue formando para que el día de mañana pudiéramos transmitir la fe que recibimos. Nuestro grupo parroquial, formado por personas de todas las edades, se hizo muy grande, muy unido, como una gran familia. Asistíamos diariamente a la Santa Misa más de 30 Jóvenes. Debo admitir que nuestro pueblo antes era muy peligroso sobre todo de noche, se formaban grupos de jóvenes que se peleaban entre sí e incluso con armas blancas, pero todo cambió cuando se comenzó a hacer Adoración al Santísimo, los grupos desaparecieron y ya no había dificultad para salir por la noche.
Luego, con el pasar del tiempo, cada uno de nosotros fue buscando su camino, unos se han casado y han formado hermosas familias que rezan unidos y asisten a la Santa Misa. En mi caso particular recibí el llamado de Dios, el Padre me acompañó en todo momento ayudándome a discernir y me guió a este monasterio contemplativo al cual ingresé a los 19 años de edad el día de Santa Catalina de Siena de 2001.
Estoy muy agradecida a Dios por su llamada y también al Padre Ricardo Noriega, por su ayuda espiritual, por su ejemplo de amor tan grande a la Eucaristía, por su entrega sacerdotal a todos, por preocuparse siempre de todos y de cada uno, he sido testigo de su generosidad en la entrega de cada día. También agradezco a Dios el hecho de verlo siempre con sotana, pues aunque el hábito no hace al monje, si le ayuda a él y a cuantos lo ven, porque el hábito remite inmediatamente a Dios y es una señal para los hombres de que ese hombre pertenece a Dios y que vive para él.
También agradezco a todos los sacerdotes de esa diócesis porque siempre recibí buenos ejemplos, he sido testigo de sus celebraciones eucarísticas siempre decorosas y respetando las rúbricas del Misal, sus enseñanzas siempre han sido acordes al Magisterio de la Iglesia, a la Tradición y a la recta interpretación de la Sagrada Escritura. Destaca en ellos el amor a la Virgen, a la Eucaristía y al Santo Padre.
En esta diócesis siempre los vi a atender a los enfermos, ancianos, personas solas, se nota en ellos ese celo misterioso que busca sin cansarse a todas las almas.
Si, Dios bendijo abundantemente a la Diócesis de San Rafael con la asistencia espiritual de estos sacerdotes.
Desde mi clausura rezo por todos y cada uno, que Dios bendiga toda su labor pastoral.
Sor María Fátima de la Eucaristía Fernández
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