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María Laura Alanis


Soy María Laura Alanis, tengo 35 años, y al mirar hacia atrás, en estos momentos especiales que estamos viviendo, me invade un inmenso agradecimiento a La Divina Providencia por la asistencia generosa, a lo largo de todos estos años vividos, especialmente gracias a los Seminaristas y Sacerdotes de la diócesis. Ellos nos han acompañado incondicionalmente, siempre, de modo generoso, en cada momento de nuestra vida; quiero compartir algunos de ellos: En el grupo Scout “San José”, donde en la etapa de la adolescencia, gracias a su compañía y buen consejo, nos guiaron con charlas, confesiones, juegos, campamentos, retiros, buscando siempre el bien de nuestras almas; momentos que estarán por siempre, grabados en el corazón. En las competencias de invierno que se desarrollaban en la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, año tras año, donde sacerdotes y seminaristas nos animaban a dar a lo mejor de nosotros, divirtiéndonos sanamente en un ambiente de alegría, oración y juego. Las Misas diarias, que con gran devoción y amor a la Eucaristía celebraban; los Rosarios de la aurora que compartimos con ellos, siguiendo su ejemplo de sacrificio, entrega diaria y verdadera vocación, para honrar a Jesús y María Santísima en todo momento. La participación en las misiones, especialmente durante el mes del Sagrado Corazón y el mes de María, donde nos invitaban a llevar las imágenes peregrinas por las casas de la ciudad, llevando alegría y esperanza a todos los fieles; atentos para asistir, sin demora, a aquellos que requerían sacramentos. La compañía de diferentes Sacerdotes, durante el noviazgo con mi querido esposo, que nos permitió formar la hermosa familia que hoy tenemos. Desde que tengo uso de razón, los Sacerdotes de la diócesis, siempre estuvieron presentes, gracias a ellos y a su generosa entrega hemos recibido de Nuestro Señor, infinidad de gracias y bendiciones. A María Santísima, le rogamos por nuestro querido Seminario y por sus Sacerdotes, para que esta maravillosa obra, pueda seguir dando abundantes frutos, por el bien de todas las almas y gloria de Nuestro Señor. ¡Así sea!

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