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El mío no es un testimonio “directo” del Seminario porque, por motivos de distancia de mi domicilio, por la cercanía de nuestra parroquia y por los tiempos y horarios de trabajo y estudio no he podido frecuentar el Seminario Diocesano Santa María Madre de Dios. Mi familia ha vivido en la jurisdicción de la Parroquia San José desde antes de la fundación de la misma. De niña recibí la catequesis y los sacramentos de la iniciación en la Parroquia, que era asistida por sacerdotes que se formaron y ordenaron en el Seminario Diocesano. De todos ellos tengo buenos recuerdos y jamás tuvimos un inconveniente o una situación lamentable. Luego de confirmada y en la adolescencia me alejé de la Iglesia y dejé que mi fe se entibiara, como ocurre muchas veces en esa época de la vida. Cuando tenía 15 años falleció mi abuela (madre de mi madre) y ello provocó un duro momento, no solamente por la pérdida sino por la división familiar que sobrevino a la muerte de mi abuela. En el transcurso de esas crisis mi mamá se acercó a la Parroquia San Francisco Solano, donde fue escuchada y ayudada por sus sacerdotes, también formados en el Seminario Santa María Madre de Dios, quienes le recomendaron contactar a quien por entonces párroco de nuestra Parroquia, el Padre Osvaldo Cerroni, formado y ordenado en el Seminario. El Padre Osvaldo impartió una bendición especial en mi hogar, y eso nos hizo mucho bien. Ya en tiempos de mis estudios universitarios, analicé lo vacío e infundado que era mi alejamiento de la Iglesia y decidí regresar a mi Parroquia, fue sin duda la misericordia de Dios, esa llama en el corazón de los sacramentos recibidos de niña y la sencilla pero sólida formación recibida en la catequesis. Comencé a asistir a misa y luego me sumé al grupo de jóvenes de la Parroquia, la Legión de María, allí estuve por más de diez años en servicio activo, fui dirigente de grupos de adolescentes y catequista de niños, en la actualidad lo integro como socia auxiliar por motivos laborales. Pero lo fundamental es que en la Legión, y en la Parroquia, tanto a través de los varios sacerdotes que pasaron como Directores Espirituales del grupo de jóvenes y otros tantos que conocimos como Seminaristas y luego como sacerdotes o como padres de familia, todos formados en el Seminario, como a través del Director Espiritual de la Curia de la Legión de María y Párroco, el Padre Miguel Ángel López, que fue también años antes Rector del Seminario Diocesano, recibí de todos ellos siempre buenos consejos, adecuadas direcciones espirituales, confesiones con maravillosas directivas, ayuda en asuntos personales, familiares y profesionales. Conozco a muchos sacerdotes formados en el seminario y las veces, no muchas, que pude asistir al Seminario, recuerdo la última con mis alumnitos de la Catequesis unos días antes de que recibieran su confirmación, siempre fui bien recibida, siempre recibí trato afable, respetuoso y familiar. Conservamos con mi madre en la actualidad amistad con muchos de ellos, gracias a Dios. Siempre en mi acción de gracias luego de recibir la Santa Eucaristía, agradezco a Dios en su providencia haberme dejado crecer en San Rafael, en la Diócesis de San Rafael, ya que no nací en esta ciudad. Pienso luego de recibir a Cristo, qué sería de mi alma si no estuviera aquí, y que será de las almas que viven en otras diócesis, muchas con tantos problemas, desde la incoherencia de los pastores, hasta los terribles abusos, cada vez más frecuentes, lamentablemente. Siempre agradecí por el Seminario, por los sacerdotes y por las numerosas parroquias, casi todas con varios curas, siempre dispuestos a escuchar, a confesar, a atender espiritualmente, a atender material y económicamente, a “salir corriendo” para administrarle los sacramentos a un enfermo o a dar un responso en un velatorio. Gran angustia nos invadió a mi mamá y a mí desde que supimos la triste noticia del cierre del Seminario, un dolor, una impotencia y frustración de ver la injusta y arbitraria decisión tomada. Pero con los ojos en Cristo Misericordioso y en su Madre Santísima nos encomendamos y encomendamos nuestra querida Diócesis al Padre Celestial, que sabe escribir recto sobre líneas torcidas, y que de todo mal saca bienes. Si es un mal que Dios permite para nuestro bien lo aceptaremos, pero “porque nosotros no podemos dejar de hablar lo que hemos visto y oído” (Hech. 4:20) en justicia hemos de decir que el Seminario Santa María Madre de Dios ha dado frutos de amor a Dios, a la Santísima Virgen y a la Iglesia, jamás ha dado escándalos y ha sido siempre un semillero de Pastores que llaman por su nombre a las ovejas. María Candelaria Egea
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