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Marcelo Alejandro Alferez


Deo gratia

Soy Marcelo Alejandro Alferez, tengo treinta y nueve años de edad; casado, tengo seis hijos. Soy profesor de Filosofía y Licenciado en Educación Religiosa.

Escribo esta nota para agradecer a Dios todas las gracias que he recibido por medios del seminario Diocesano Santa María Madre de Dios.

Gracias a la mediación de un sacerdote que se formó en este seminario, Dios me regaló la gracia de la conversión a los 18 años de edad. Ese hecho extraordinario (un retiro de conversión) marcó mi vida para siempre, recibí por primera vez el perdón de mis pecados en la confesión, al poco tiempo tomé la comunión después de un retiro Ignaciano (ejercicios espirituales según el método de San Ignacio de Loyola); y me confirmé siendo seminarista en esa casa de estudio y de oración. En el año del Señor 2001, tuve la gracia de ingresar al seminario Santa María Madre de Dios y en medio del trabajo, la oración y el estudio, viví cuatro años de mi vida, hermosos años que dejaron recuerdos imborrables y que fueron la mejor preparación que Dios me podía dar para la vida:

Cuatro años de alegría y sencillez viviendo en la cercanía de Dios.

Cuatro años de participar en la misa todos los días.

Cuatro años de adoración diaria al Rey de Reyes.

Cuatro años de rezar la Liturgia de las Horas y el Santo Rosario.

El seminario no solo me dio amigos, que al día de hoy, cuando hablamos, parece que el tiempo no hubiera pasado, y la cercanía de muchos sacerdotes a los que aprecio como a un gran tesoro; sino que también me enseñó a convivir, me enseñó a ser humilde, a pedir perdón, a dominar el temperamento, me enseñó el catecismo, me enseñó a amar a la Iglesia y respetar la jerarquía eclesiástica, me enseñó el amor a la Sagrada Escritura y a la Tradición apostólica; me mostró los caminos de la santidad.

Cuando Dios me mostró que el sacerdocio no era mi vocación, siempre guiado por mi director espiritual, salí del seminario el 8 de diciembre (Fiesta de la Inmaculada) del año del Señor 2004 con la misma alegría con la que cuatro años atrás había entrado; pero con un tesoro impagable de formación personal. Por eso hoy, 16 años después me duele tanto escuchar que quieren cerrar mi seminario, nuestro seminario.

A cada uno de mis seis hijos los hemos ofrecido al Señor por medio de su Santa Madre y Madre nuestra, la Virgen María para que los llame a la vida consagrada si es su voluntad. ¡Cuánto daría para que mis hijos, los tres varones, pudieran vivir esa hermosa experiencia de formarse para el sacerdocio en el seminario de San Rafael!

Sé que nada escapa a los planes de Dios, pero como no conozco el futuro, seguiremos rezando en familia para que nuestro seminario siga dando frutos de Santidad.

Marcelo Alejandro Alferez.


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