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Luis A. Elias



Soy padre de un sacerdote que cursó sus estudios en el seminario Santa María Madre de Dios de la diócesis de San Rafael. Fue ordenado sacerdote hace tres años. Y de un seminarista, que actualmente cursa su segundo año de estudios en el mismo seminario.


Siento un gran orgullo de que dos de mis ocho hijos hayan decidido seguir al Señor de manera más perfecta abrazando el sacerdocio. Y estoy orgulloso de que lo hayan hecho en este seminario.


Estoy viviendo días embargado por la tristeza y la confusión dada la decisión del Sr. Obispo de cerrar el Seminario, Nuestro Seminario.


Siento un verdadero orgullo de que mis hijos se hallan formado allí y lo sigan haciendo


Tengo la gracia de conocer a muchos sacerdotes egresados de él. Es un clero preparado y numeroso. Muchos son doctores y licenciados en universidades vaticanas. Entre ellos los profesores y los padres formadores del seminario.


El testimonio sacerdotal de estos curas es una verdadera gracia para la Iglesia. Atienden gran cantidad de comunidades, urbanas, marginales y rurales. Entre otras, tres parroquias de la misión en Cuba propuesta y organizada por el propio clero. Conozco sacerdotes que luego de haber estudiado en este seminario, cumplen con su ministerio de manera ejemplar en varios países del mundo y otras provincias argentinas.


Hace diez años que asisto con mi familia al Seminario a visitar a mis hijos y compartir misas, almuerzos y tardes de conversaciones edificantes y entretenidas. Son verdaderos días de fiesta vividos entre familias amigas. Doy fe que estos 39 jóvenes que han abandonado el mundo para consagrarse al Señor, conviven en armonía, con un estilo de vida austero, que rezan, estudian y trabajan con ejemplar disciplina, comenzando el día muy temprano para cumplir con sus obligaciones. Observo tranquilidad, alegría y un ambiente de serenidad y recogimiento sin afecciones. No trascienden quejas por anomalías de ningún tipo.


¿Por qué se ha tomado una medida tan taxativa sin razón aparente? No lo sé. Los argumentos comunicados no son convincentes para una decisión de esta naturaleza. En tal caso, considero que, si hay actitudes que corregir, las autoridades deberían proponer soluciones adecuadas. Pero estoy seguro que los motivos expuestos no ameritan cerrar una obra que ha dado y sigue dando tantos frutos a la Iglesia. La severidad de la medida no guarda proporción con la falta cometida, si es que la hubo.

Como padre, ruego se revea la decisión de cerrar el seminario. Mis hijos han estado y están en manos de formadores probos y capaces. Su preparación es muy sólida. Sin dudas, por tantos frutos que ha dado, es una obra de Dios.

Sé que se ha comunicado que los estudiantes serán “reubicados” en otros seminarios. No será nada fácil. ¡Temo por ellos! Creo que al sugerirles que cambien de casa de estudios, lamentablemente muchos abandonarán el camino comenzado. ¿Qué pueden pensar quienes ven a sus autoridades que, sin razón aparente, cierran su seminario cuando funcionaba con total normalidad? ¿Decepción? ¿Inseguridad? Por lo menos. ¿Qué certezas les brindan los hombres de Iglesia si cuando hacían las cosas bien y cumplían con su deber, se cierra su seminario?

Rezo por la Iglesia y por las vocaciones sacerdotales. En un mundo que clama por pastores para apacentar miles de ovejas, la Argentina no es la excepción. Los sacerdotes son pocos, muchos de edad avanzada, y la mayoría de los seminarios están despoblados o cerrados por falta de postulantes. Hay inmensas barriadas y zonas densamente habitadas, muchas por familias que viven en situación de pobreza, que no escuchan la palabra de Dios, no son consoladas ni catequizadas y no reciben los sacramentos por ausencia de sacerdotes.

Ruego a Dios también para que ilumine a quienes han tomado la decisión de cerrar este excelente centro de formación sacerdotal para que revean la medida.

En Cristo y María

Luis A. Elías


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