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Hola, Quería compartir con ustedes mi testimonio:
Mi nombre es Luciano Nicolás Gallardo. Dios en su infinita misericordia me condujo al Seminario Santa María Madre de Dios. Por aquel entonces yo había pasado por la breve y nada buena experiencia de otro seminario. Pero en el 2006 llegué al sur mendocino y me encontré con un vergel en donde pudo reposar tranquila mi alma y mi corazón, aún en medio de las luchas que se libran en el interior de alguien que pretende buscar esa brisa (como la que experimentó el profeta Elias y que nos narra el libro de los Reyes) que le muestre la presencia y la voluntad de Dios.
Puedo dar testimonio del seminario como una gran familia. Allí se vivía en un ambiente de oración, de estudio, de vida fraterna y camaradería. De allí me llevé, entre tantísimos tesoros una importante formación intelectual que hoy puedo aplicar en mi vida ya que me dedico a las humanidades pero por encima de eso me llevo muchos amigos dispersos por toda la patria: hoy sacerdotes algunos y padres de familia otros.
Después de largos años pude ver que mi vocación no era la del sacerdocio. Y aunque dejé el seminario con cierta tristeza, como quien deja su casa, su familia y una parte de su vida, hoy estoy enormemente feliz de haber formado una familia. Dios puso una gran mujer a mi lado y hoy somos, por ahora, padres de cuatro hermosos y maravillosos hijos. Formamos una iglesia doméstica en la que mi paso por el seminario dejó su huella: la devoción al Santísimo Rosario, el amor a la Eucaristía y al sacerdocio y el celo por la Tradición, las Escrituras y las enseñanzas de los Santos.
En mis años en San Rafael vi una multitud de niños, jóvenes y familias que se enriquecían en aquel lugar, del contacto con los seminaristas y los sacerdotes.
Hoy vivo en mi ciudad natal, San Carlos de Bariloche y puedo asegurar -con dolor en mi corazón- que contar con un buen seminario en la propia diócesis, en donde se forman sacerdotes según el Corazón Sacratísimo de Jesús, es sin duda un don inmenso de Dios. Aquí hay pocos sacerdotes, algunos muy buenos, pero lejos estamos de esa legión de recios varones que inundan San Rafael y el mundo.
Encomiendo el Seminario Diocesano de San Rafael a nuestra Madre y Reina del Sacratísimo Rosario. Que ella suscite en nosotros el deseo de rezar por muchas y santas vocaciones, porque sin sacerdotes no hay seglares que puedan elevar sus almas por medio de los sacramentos y la gracia por ellos recibida.
El Seminario de San Rafael ha sido una cuna de muchísimos sacerdotes, de matrimonios y familias según el sentir fiel de la Iglesia.
Hoy a la distancia, en el espacio y en el tiempo, no tengo más que un enorme y profundo agradecimiento a quienes me recibieron allí y a quienes aún hoy están a mi lado por medio de la comunión de los santos.
Luciano Nicolás Gallarado y familia.
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