top of page
Buscar

Jorge Mariano Pérez Bernal


Tres años viví en el Seminario Diocesano, desde el 2003 al 2005. Hay un antes y un después en mi vida, tanto en mi madurez espiritual, como intelectual. Muchísimos recuerdos pasan por mi mente, y en todos ellos aparece el espíritu de alegría que allí se vivía, el amor a María Santísima y la gran devoción a Cristo Eucaristía.

Toda la Liturgia se vivía con gran esplendor y devoción. Cada misa y en cada oración comunitaria, en especial las vísperas de los domingos. La belleza de cada celebración me hacía pensar en la Liturgia Celestial y sentir la presencia de Cristo, María Santísima y todos los Santos del cielo. Se sentía allí esa unión de la Iglesia militante con la Iglesia triunfante. Todo el seminario ponía especial cuidado en la decoración del Templo, en los cantos, en la perfección de cada celebración.

El estudio de la Filosofía despertó en mí un fuerte deseo de conocer la verdad y de transmitirla. El deseo de indagar los principios de las cosas para llevarlo a la acción, guía siempre mi vida familiar, docente y profesional. Llevar la luz de la verdad en cada ámbito de mi vida, con mucha más razón en este mundo hostil a la Verdad y a Cristo, plagado de errores ideológicos.

Fueron muchos los momentos vividos en el Seminario, pero voy a contar mi primera misión como seminarista, en un barrio muy pobre, en la Parroquia de Luján, en la ciudad de San Rafael.

En el mes de enero del 2004, visitó la diócesis el Nuncio Apostólico Adriano Bernardini, quien aceptó acompañarnos un día en la misión. Inmensa alegría para nosotros ya que aprovechamos la circunstancia para generar una gran repercusión en el barrio para movilizar a mucha gente.

Con una bocina en una trafic se empezó a difundir por el barrio las distintas actividades de la misión, y en especial la misa que íbamos a tener con el Nuncio, el representante del Papa. El mensaje “Nos visita el Representante del Papa”.

La misa se celebró en la escuela del barrio. “Lleno total”. Al finalizar, la gente quería saludar al representante del papa, quién repartía estampitas y medallitas.

“Representante”, era el grito de los niños, que querían recibir un objeto de devoción de manos del Nuncio. Hasta que se quedó sin nada para repartir.

Un niño gritaba fuertemente: “representante, una medallita para mí”.

El gesto del “Representante” indicaba que no le quedaba nada, y el niño le dijo: “Entonces deme esa Cruz”, señalando el Pectoral del Nuncio. Una gran risa de todos los presentes ante el pedido del niño. No recibió el Pectoral, pero si un objeto de devoción personal muy valioso para el Nuncio.

Ese día el Monseñor Adriano Bernardini cenó con nosotros los seminaristas, y pudimos ver la alegría que tenía en su rostro por lo vivido ese día. Evidentemente pudo ver el espíritu del seminario, el espíritu de los fieles de la diócesis y el fruto de muchos años de trabajo de parte de sacerdotes, fieles y seminaristas. Hoy que quieren cerrar el seminario, quisiera pensar que aquellos que hoy lo destruyen, no lo conocen, no conocen la labor, ni los frutos. No quiero pensar que lo cierran justamente porque conocen como se vive la Fe, tanto en el seminario como en toda la diócesis, por ese espíritu de alegría, por el amor a María Santísima y a Cristo en la Eucaristía.

Me traje del seminario esos dos amores, a María y a Cristo, amor que lo transmito en la hermosa familia que, por regalo de Dios, he formado. Junto a mis dos hijos y mi esposa vivimos un espíritu de devoción y de amor, unidos en esa fe que creció fuertemente en mí, a partir de esos tres años que son una marca de fuego en mi alma.

Agradezco mucho a Dios por esos tres años vividos, agradezco a los sacerdotes que han dejado huellas en mi vida. “No cierren el Seminario”.

Pérez Bernal, Jorge Mariano - General Alvear (Mza) - 23 de agosto de 2020


0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page