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Tremendo dolor por el cierre del Seminario de San Rafael.
Mi conversión vino de la mano de un sacerdote ordenado en el seminario Santa María madre de Dios, allí comienza mi vida. Un antes y un después. Conocí a innumerables sacerdotes, con sus virtudes y defectos, pero algo en común en TODOS, el tremendo amor a la eucaristía, la obediencia al Santo Padre y a las autoridades de la Iglesia y el espíritu de servicio. Digo esto porque me cansé de sufrir con sus permanentes traslados, solo me decían, estos presbíteros, que de seguro es para dar mejores frutos en otro lado, explicación, entre otras, que jamás comprendí o me costaba comprender. Otra cosa en común es la predisposición para el pueblo fiel y para estar al servicio del Señor. Entre los miles de ejemplos que puedo dar, hay uno que me hizo ver el nivel de sacerdotes con que Dios nos había bendecido. Recuerdo que viajo a Mendoza un lunes, día de descanso de los sacerdotes, cuando llevaba recorrido más de 250 km, me llaman desesperados que estaba a punto de fallecer un ex compañero y amigo de la adolescencia. Desesperado por mi amigo y sin saber qué hacer, pues hacía poco que me había abrazado a nuestra Madre del cielo, llamo a mi confesor y le comento mi desesperación y dolor y le pregunto cómo proceder; me responde: - Quédese tranquilo salgo para allá. Le dije que si estaba loco, era su descanso y son más de 350km de distancia, a lo cual me responde, toda alma es importante para el Señor, es mi obligación, he sido ordenado para esto.
Mi vida ha sido marcada por todas experiencias como éstas. Al nacer mi 5to hijo, es internado con pocas esperanzas de vida. Al segundo día nos avisan que pasemos para despedirnos, para darle el último adiós. Primero dejan entrar a mi señora, aprovecho y voy hasta la capilla del hospital y le reprocho a nuestro Señor que por qué me lo había dado si me lo iba a quitar tan pronto, que se lo quedara para Él pero que siguiera viviendo. Cuando me toca entrar a verlo, me lo niegan, corren enfermeras y a las dos horas me dejan pasar. No encuentro a mi hijo. Entre muchos y en una cunita veo a un niño sin cables ni mangueras, pensé “qué bueno que fuera mi hijo”, viene una enfermera y me dice, -señor éste es su hijo, si cree en Dios es un milagro y si no cree empiece a creer. Luego me entero que varios sacerdotes estaban unidos en oración por mi hijo, sacerdotes ordenados en el “problemático y terrible seminario”…
Se crió en la Parroquia Sagrado Corazón de Alvear. Gracias a la autorización de Monseñor Eduardo, tomó el pan de vida a los cinco años, debido a su insistencia diaria a los sacerdotes. Con cinco añitos luego de comulgar, se pone de pié, me mira y me dice:- quiero ser curita.
Su vida trasciende entre cuanto grupo había, colaborando y trabajando permanentemente, pionero, con 9 años, en la “catequesis de personas con capacidades diferentes”. Entra al Seminario menor en primer año de la secundaria; cinco años después es presentado para el “mayor”. Siempre estuve tranquilo con su formación, cuidado y contención. Cabe acotar que como padre y con toda la mala publicidad hacia la Iglesia, de lo bueno no se habla, siempre tomé mi recaudo. Solo vi entre sus muros cordialidad, oración y espíritu de alegría de servir al Señor. Sus puertas SIEMPRE han estado abiertas, tanto como el que quería entrar como así también salir, esto me da o me daba mucha tranquilidad. Hoy cierran, lo que nunca estuvo cerrado. No se cierran solo puertas, se cierran vocaciones, y cataratas de bendiciones.
Siento mucho dolor, es increíble que se queme el madero verde y dejen el seco. Seminario que ha regado de santos sacerdotes por el país y el mundo. Hoy hay mucho que pedir a Dios, pero mucho más para agradecerle, pues las gracias y la cosecha han sido abundantes gracias al hoy cerrado seminario. Dios se apiade de los responsables.
Rezo por nuestros sacerdotes fieles para que perseveren y por los errados, para que vuelva al buen camino. También rezo por todos los seminaristas y formadores para que sepan discernir cómo seguir a Nuestro Señor, con la fidelidad de siempre. Rezo por nuestro Obispo, a pesar de no haber sabido manejar a su gray y enfrentar a su pueblo fiel, encuentre el rumbo, la bondad, la sinceridad y la conversión que todo buen pastor debe tener.
¿A quién se castiga con el cierre del Seminario?. A muchos afecta y a muchos más va afectar por todo el bien que se deje de hacer.
“Roma locuta, causa finita”, que decepción, que dolor, vaya a saber lo que nuestro obispo habrá informado para tal decisión. Me siento traicionado, muy triste, muy dolido. Pueblo fiel enfrentado y triste, sacerdotes, formadores y seminaristas enfermos, perseguidos, calumniados y pisoteados por amor a la Santa Eucaristía.- Que loco ¿no?
Dios permita que nuestro Seminario siga, que las personas de Roma se iluminen de la verdad verdadera y reconsideren su decisión.
Con el corazón destruido y el alma en el cielo digo: “VIVA CRISTO REY; VIVA EL SEMINARIO DE SAN RAFAEL”
Gustavo Catania.
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