Tuve la gracia de ir a un colegio en el que frecuentemente acudía un sacerdote para confesarnos. Uno de los sacerdotes era del Seminario de San Rafael y realmente me llamaba profundamente la atención la paz y alegría que me transmitía en las confesiones. La palabra justa, la escucha atenta, la certeza de que aunque caigamos una y otra vez siempre va a estar Dios para perdonar nuestros pecados.
Fui testigo de la inmensa felicidad de un amigo al contarme su decisión de ingresar al Seminario. Testigo de la paz que transmite al hablar y su sonrisa constante.
Nunca fui al Seminario pero he sido tan afortunada de que Dios haya puesto en mi vida a amigas que se han guiado espiritualmente con esos sacerdotes, amigas que me han transmitido la alegría de ser cristianas y los mejores consejos en momentos difíciles. Gracias a esos hombres, a esos sacerdotes, directa o indirectamente he superado mis crisis de fe y mi propósito ha sido imitarlos en su humildad, alegría y paz. Florencia Nasi, 26 años. Centro de Mendoza.
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