Familia Palma
- Testimonios del Seminario
- 19 oct 2020
- 3 Min. de lectura

Somos un matrimonio católico que lleva 18 años de casados y queremos contar por este medio las gracias que hemos recibido de los sacerdotes ordenados en nuestra diócesis en el Seminario “Santa María Madre de Dios”. Aunque es difícil resumir tantos años y gracias obtenidas lo haremos nombrando algunos de los hombres de Dios que nos han acompañado en dicho camino.
Empezaremos por nombrar a un Santo sacerdote, al Padre Luis quien nos acompañó en parte de nuestro noviazgo, nos casó y nos apoyó cuando nos dijeron que no íbamos a poder ser padres y quien luego bautizó a nuestra primera hija. Luego cuando él se fue vinieron otros sacerdotes a seguir bendiciéndonos con sus confesiones, predicas y acompañamiento tanto espiritual como filial. Allí estuvieron el Padre Carlos, el Padre Guillermo, y el Padre Horacio que nos volvían al camino del Padre cuando por diversos problemas nos alejábamos; estando con su palabra y su invitación, recordándonos que lo importante era Cristo; y bautizando a nuestro segundo hijo, dándoles los sacramentos de Comunión y Confirmación.
Luego hace 9 años mientras estuve 3 meses en reposo por un embarazo de riesgo, allí estuvo el Padre Eduardo yendo a casa a confesarme, llevándome la comunión y darme ánimo en tan difícil situación. La misma que se complicó más cuando nuestro hijo nació y murió, allí estuvieron estos santos sacerdotes en ese momento tan difícil acompañándonos, dándole los sacramentos para que nuestro hijo gozara de la gloria del Padre y animándonos para que convirtiéramos la tristeza en felicidad porque ya teníamos un hijo en el cielo, fin de todo padre cristiano.
El tiempo siguió y allí estuvieron ayudándonos, acompañándonos y enseñándonos cómo llevar esta situación como verdaderos hijos de Dios, sin pedir nada a cambio, solo cumpliendo su deber de ser un digno “mediador entre Dios y los hombres”. El Padre Miguel hombre recto, paciente y cariñoso que nos sostuvo cada vez que decaíamos, enviando un mensaje o haciéndonos una visita en cada aniversario. Él también debió partir a estudiar a Roma, pero Dios nunca nos desamparó y llegaron a nuestra familia para quedarse y seguir guiándonos en los momentos de dificultad y de enfermedad el Padre Erwin y el Padre Sebastián. El Padre Erwin sacerdote que también hizo mucho bien en el colegio, con su alegría y servicio por los jóvenes y niños. Enseñó a los adolescentes a vivir esa etapa feliz junto a Dios, divertida y sana. Y el Padre Sebastián, un hermano para nosotros, sacerdote que con su carisma lleva a Dios a cada familia, con cada sermón o confesión muestra el camino a la santidad, el amor por la eucaristía y a María Santísima. No solo enseñando sino también acompañando, dejando de lado sus necesidades y dolencias.
También tuvimos la gracia de conocer a los seminaristas en una misión, y en especial a uno de ellos Sebastián quien luego de misionar en nuestra casa nos invitó a visitarlo y desde allí nos permitió acompañarlo en cada momento de su camino por aquel seminario, un amigo unido por la fe y el amor en Cristo y María, y quien se volvió parte de nuestra familia. Todavía recordamos su imposición de sotana, cuando recibió el lectorado, el acolitado, su tan ansiado diaconado y por fin su ordenación. Un hombre esperando ser sacerdote, hombre fiel y entregado a Cristo. Lejos de su familia, de su tierra, solo con el firme propósito de ser hombre de Dios.
De aquel seminario tenemos gratos recuerdos de aquellos domingos compartidos con las familias de los seminaristas, de las charlas con los sacerdotes formadores, de su biblioteca llena de historia, de las charlas y guitarreadas con los seminaristas jóvenes virtuosos sedientos de llevar al mundo la palabra de Dios, de compartir con el resto la alegría que ellos gozaban por estar formándose en aquel seminario en donde habían descubierto el amor a la Eucaristía por la cual se consagrarían. También vimos a aquellos que por diferentes razones no continuaron en el seminario volver alegres como quien vuelve a su casa paterna a visitar a su familia, ya hombres de familia formada con las gracias obtenidas en su paso por aquel lugar.
Pudimos también conocer a otros seminaristas ya sacerdotes que tan jóvenes nos han dado muestras de su fortaleza y virtudes hablo del Padre Juan Isidro, quien nos acompaña actualmente y el Padre Ignacio.
No tenemos más que palabras de agradecimiento al seminario “Santa María Madre de Dios”, a sus formadores por entregarnos a virtuosos hombres y a ellos nuestros sacerdotes (los que conocimos personalmente y a los que solo conocemos de nombre) nuestro agradecimiento y oración para que la Santísima Virgen los proteja y guíe.
Saluda atentamente unidos en Cristo y María.
Familia Palma
Gral. Alvear, Mendoza
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