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Familia Hernández Flores


Providencialmente nuestra vida cambió hace algunos años atrás…

Siempre nos consideramos una familia católica: íbamos a Misa los domingos y días de precepto, acudíamos al sacramento de la Reconciliación frecuentemente, recibíamos a Jesús en la Eucaristía y procurábamos acompañar a nuestros hijos en su formación cristiana.

Pero en Su inmensa sabiduría Nuestro Señor nos fue mostrando que eso no era suficiente, que podíamos dar más aún para seguirlo. Y para marcarnos ese camino a seguir puso en el nuestro a uno de sus servidores, a un Sacerdote que hacía poco tiempo había culminado su formación en nuestro querido Seminario Santa María, Madre de Dios: el Padre David Olivares.

Poco a poco y con su guía fuimos integrándonos en diferentes grupos parroquiales, conociendo la hermosa experiencia del apostolado, comprendimos que la Iglesia somos todos y que como laicos debemos defenderla y sostenerla. También pudimos con su guía permanente y su gran paciencia “Conocer más a Dios para más amarlo”, desde lo teologal y la doctrina hasta lo cotidiano y habitual (crianza de los hijos, santificación en la vida matrimonial, deberes de estado, etc). Un “curita joven”, como muchos dicen, fue instrumento de Dios para permitirnos acercarnos a Él y vaciarnos del mundo. Sin lugar a dudas, el Seminario y su formación tuvieron mucho que ver. Además de todo lo que el Señor ha obrado en él. Así pudimos también tener la dicha de conocer otros Sacerdotes que, junto al Padre David, siempre están presentes en nuestra familia, acompañándonos en los momentos de alegría y en los tristes. Convirtiéndose en amigos queridos. Aquellos que nos aconsejan en la tribulación y en los que sabemos que al recurrir siempre los encontraremos, los incondicionales, los de la palabra oportuna y el oído atento. Los dignos representantes de Cristo en la tierra: el Padre José Andujar (Pepe) con su trato paternal y fraterno y su alegría contagiosa y el Padre Gregorio Ansaldi, carismático y cordial, siempre atento a las necesidades del prójimo e impartiendo sus enseñanzas a grandes y pequeños, mediante la alegría y el amor. Como familia pedimos que Nuestro Seminario continúe enviando obreros a la mies del Señor, esos obreros que tanto bien causan y que tantas almas acercan a Dios, dentro y fuera de los límites de nuestra diócesis. Familia Hernández-Flores


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