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Fabián Brandalise


Mi nombre es Fabián Brandalise; esposo –felizmente casado- y padre de tres hijos de los cuales uno creemos está en el Cielo. Fui parte del Seminario Diocesano como seminarista durante tres hermosos años, tres de los más lindos años de mi vida.


No diré que el Seminario era un lugar de formación porque para todos era “el hogar” en que nos formábamos para algún día ser sacerdotes. Pero tanto para unos como para otros era eso: un hogar. Y así lo seguimos sintiendo, un hogar cuyo fuego de reunión fue siempre la Misa y la Adoración, las Horas Litúrgicas y el estudio.


La devoción a la Virgen no la aprendí allí sino, como se debe, viendo desgranar las cuentas del Rosario a mi madre cuando era muy niño. En el Seminario profundicé ese amor y fue entonces cuando hice mi Consagración Mariana tantas veces postergada y fue gracias a la Virgen del Milagro que salí de ese hogar con la misma paz y alegría que había entrado; sabiendo que Dios por alguna misteriosa razón me había regalado esos tres años.


Hoy he escuchado cada tanto, y la mentira no es nueva parece, que sus sacerdotes son desobedientes a Roma y que el Seminario es rebelde al Concilio Vaticano II e (indirectamente) que sus sacerdotes no otorgan buena catequesis a los fieles que les han sido confiados…. Que tristeza me da esa Calumnia.


No fue sino allí donde aprendí a amar grandemente a la Iglesia y a pedir como Sta. Teresa “morir en su seno como hijo suyo”. Allí, en el Seminario, conocí los escritos de los papas anteriores, los Documentos Conciliares, y la catarata imparable de Encíclicas que escribió Juan Pablo II, quien era el Papa en esos años. Recuerdo que al leer particularmente los Documentos del Vaticano II no entendí la causa de las acusaciones que ya se le hacían al Seminario pues yo en la vida diaria veía el espíritu del Concilio hecho realidad.


Pero este conocer no fue solo escuchar nombrarlos… sino leerlos, estudiarlos y meditarlos como parte del tesoro que Cristo mismo confiaba a su Iglesia. Así aprendí a defender a la “Esposa siempre limpia e inmaculada de Cristo” con la Sagrada Escritura, la tradición y el Magisterio multisecular; la “triple fuente de la revelación”. De allí conservo al día de hoy leer las encíclicas y exhortaciones que el Romano Pontífice y los las distintas Congregaciones siguen emitiendo.

Cómo olvidar las innumerables veces que escuché tanto del Rector como de otros Formadores, la recomendación a meditar el Catecismo de la Iglesia Católica. Como olvidar aquellas conferencias magistrales sobre la “Evangelium Vitae”, “Fides et Ratio” y “Veritatis Splendor”. Que gran amor providente el de Dios.


Por otro lado, jamás escuché de ningún Padre Formador un comentario agrio o falto de Caridad hacia algún Obispo y menos aún en contra del Magisterio de la Iglesia, al contrario. Fue allí, y no fuera del seminario donde conocí y medité varias veces las tan famosas “reglas para sentir con la Iglesia” de san Ignacio de Loyola.


Allí supe también –y debo decir claramente- no he vuelto a ver, que el diácono tiene peculiar vocación al cuidado de los necesitados. Solo allí y en la Escritura claramente. Cualquier pobre que recurrió en busca de algo siempre salió con un abrigo, algo de comer o una palabra cálida y tierna para sobrevivir un mundo frío y duro.

Por eso hoy me duele cuando escucho de personas que evidentemente no conocieron esa vida de formación espiritual, humana y fraterna (la misma que dio origen a a tantos sacerdotes que hoy están en la diócesis y fuera de ella) hablar como se habla con afiladas palabras.


Pido a la Iglesia y a los representantes de Cristo que la rigen, que revean las decisiones adoptadas con este hogar sacerdotal. Porque quien atenta contra el Corazón Sacerdotal, atenta contra el propio Cristo. Que sepamos leer la Escritura y una vez más, nos comportemos como el misericordioso Gamaliel y no como el tribunal religioso de la época (Hch 5, 34-39)

A la “Mater Tres Veces Admirable” quien ya fue defensora de Su Seminario, le confío el dolor de mi corazón y de la Iglesia y le pido nuevamente que batalle Ella misma por esta causa.

Fabián Brandalise

Mendoza, 5 de septiembre de 2020


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