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Eros D’Amore

  • Foto del escritor: Testimonios del Seminario
    Testimonios del Seminario
  • 10 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

Testimonio del Seminario Santa María Madre de Dios

¡Alabado sea Jesucristo…

Mi nombre es Eros D’Amore, tengo 23 años, soy estudiante universitario y miembro oficial de la Acción Católica. Si bien he nacido en la Ciudad de Buenos Aires, desde los 9 años siento que General Alvear, lugar donde pasé parte de mi infancia y adolescencia, y donde aún allí reside mi familia, me adoptó. Es por esto habiendo tomado noticia del cierre del Seminario Diocesano “Santa María, Madre de Dios”, creo que no puedo dejar de contar, en unas breves líneas, aún con un nudo en la garganta y con los ojos llorosos, como Dios me encontró a través de sus sacerdotes, y como lo encontré a Él a través de la Santa y Sagrada Liturgia.

Escribo como exCeremoniero y exDirigente de Monaguillos de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús de General Alvear. Realmente, es complicado expresar todo lo vivido durante varios años al frente de un grupo de pequeños varoncitos al servicio de Dios en el Altar. Es bello recordar cómo cada uno de los monaguillos demostraba sábado tras sábado un mayor entusiasmo, cada uno a su manera, en aprender y acercarse cada vez más a Su Redentor.

Particularmente, me gustaría recordar los años vividos y compartidos con mi Director Espiritual, amigo, asesor espiritual del grupo de monaguillos, y creo yo, que hasta como un hermano mayor para mí, el Padre Cristian Jurado, sacerdote diocesano, por la gracia de Dios.

Con el padre nos conocimos el recién ordenado diácono, y yo estando en la secundaria. Con el tiempo, al padre lo ordenaron sacerdote, y lo dejaron en la parroquia, y fue ahí en donde ambos nos pusimos a la cabeza del grupo de monaguillos. ¡Que inolvidables fueron esas épocas! Perfeccionamiento litúrgico, campamentos, partidos de fútbol, charlas y muy particularmente los Encuentros Diocesanos de Monaguillos.

Estos encuentros de más de 100 niños, adolescentes y jóvenes, eran uno de los momentos más gratificantes del año, ya que con el hermoso pretexto de jugar al fútbol, los seminaristas eran capaces de hacer despertar en cada uno de los que estábamos allí algún sentimiento, o quizás la simple duda de pensar, si realmente el Creador nos llamaba algo más grande, si nos llamaba al sacerdocio.

Puedo decir, personalmente, que he visto en cada seminarista y sacerdote diocesano el verdadero celo por lo Sagrado, por las cosas de Dios, por la Liturgia, y al mismo tiempo he podido ver como se alegran con la Iglesia, pero también como sufren con ella.

Este ejemplo de Sacerdote de Cristo y Esclavo de María, fue el que a los 15 o 16 años, me alentó a adentrarme en un intenso y desgastante, pero fructífero discernimiento vocacional, que duró ni más ni menos que 3 años. Agradezco profundamente a mi Director su incondicional paciencia y su robustez para enderezar lo que estaba torcido. Si bien finalmente la elección del Señor para mi vida fue otra, no dejó de estar agradecido también por haberme permitido estar en un Retiro Vocacional en el mismísimo seminario ¡Cuánto aprendí de la dignidad del Sacerdocio!

Unos años más tarde Cristo, decidió que un gran amigo que me había regalado la Acción Católica, Tomas “el loco” Ramis, y mi exdirigente de Aspirantes, Maximiliano Martinez entraran al Seminario. Viendo esta hermosa oportunidad, fue que con el padre Jurado los invitamos a irse de campamento con los monaguillos, para que justamente, ellos pudiesen vivir de cerca el sentido pastoral del ministerio, y los chicos pudiesen empaparse de lo que es un seminarista enamorado de su vocación.

Para finalizar, quisiera decir que espero, ciertamente, y rezo a San José para que el Seminario Diocesano que tantos frutos ha dado, no se cierre, y aunque se cierre, debemos saber que el bien que Dios ha hecho en nosotros con esos seminaristas y sacerdotes, no ha de tener comparación, y el Seminario seguirá abierto en nuestro corazón.

“No se puede pensar en uno solo de los beneficios de Dios, sin ver justo a su lado, la imagen de un sacerdote”. San Juan María Vianney, el Cura de Ars

… por siempre sea alabado!


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