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EL MONJE DEL TEJADO




Cuando éramos niños, visitando el seminario, a mis hermanos y a mí nos gustaba imaginar que ésta estructura en el techo de “la casa de los curas” era un monje con su báculo; algo así como una inmóvil figura vigía de las idas y venidas de aquel lugar. A medida que avanzaba el crepúsculo y se alargaban las sombras, la chimenea se asemejaba más y más a ese personaje de nuestra invención. Fijo, firme, en guardia constante…


Durante los años que mi hermano mayor vivió allí, mis padres comprendieron que debíamos hacernos del espíritu del seminario lo más que pudiésemos. Por eso además de los domingos de visita tratábamos de pasar tiempo alojados en la casita de huéspedes: las semanas santas, o entero el tercer fin de semana del mes, o bien acompañando al hermano en su turno de cuidado durante las vacaciones. A mi criterio, hicieron bien. Retazos de nuestros corazones siempre le pertenecerán a aquella finca encantada. Mis padres y sus sacerdotes nos ayudaron a convertir esos momentos en tesoros, por eso siempre anhelaremos y re-cordaremos el seminario.


Hoy, 27 de Julio de 2021, se cumple un año de la triste noticia que anunciaba su inminente cierre. Cómo olvidarlo…nos llamamos angustiados, tristes, enojados, desamparados; aunque no del todo, los caminos de Dios son insondables.


Este año que pasó, pudimos conocer la inmensidad de testimonios que brindó esta querida casa de estudios, sus egresados, sus alumnos, sus formadores y fundadores. Nos engrandecieron, nos hincharon de orgullo y nos aumentaron fe y esperanza. Doy gracias a quienes los compartieron. Seguramente haya muchos más en cada rincón de la diócesis, que viven y vivirán en el alma de sus fieles.


Este año también nos encontró teniéndonos que armar de paciencia, coraje y tesón para nuevas pruebas; pero además tuvimos que ahondar sobremanera nuestra confianza en la Providencia, que nunca es suficiente. Sigamos rezando por aquellos a los que este golpe asestó más fuerte.


Pero ese monje del tejado me hizo pensar que el buen Dios colocó centinelas sobre las murallas de la diócesis. Todo sacerdote fiel en su imitar a Cristo, no dejará de proclamar el amor del Padre. Como el centinela que aguarda la aurora, así nuestros curitas aguardan el Reino; y llevarán con ellos a todas las almas que se dejen arrebatar por el fuego del amor de Jesús.


El monje del tejado será para siempre imagen de todos ellos, todos los que llevan el rosario por báculo y custodian las almas del Reino hasta que el Gran Capitán los llame al descanso eterno.


Mientras tanto, el monje aguarda en ese tejado de la Tirasso, en guardia constante, firme y digno, esperando poder volver a ser vigía de las idas y venidas de sotanas negras empolvadas...


"Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

Ni de día ni de noche dejarán de anunciar el nombre del Señor."

(Is. 62, 6)

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