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Don Justo Sosa - trabajador en el Seminario


Mi nombre es Justo Sosa y tengo el gusto de compartir mi vivencia en el Seminario de nuestra comunidad, porque eso es para mí: seminario de toda la comunidad de esta diócesis.

Comencé a trabajar con ellos en el año 1997, y a partir de allí despacio Dios fue dando a mi vida un cambio de vista radical en cuanto a los hombres que vestían sotana. Esta experiencia ayudó profundamente a cambiar mi visión porque me di cuenta por lo vivido que hay buenos y rectos hombres de Dios, con virtudes palpables y los hay también pobres y fallidos como el que conocí en mi juventud…

Es para mí una satisfacción y honor haber vivido esos días porque tanto estudiantes como formadores/administradores daban de sí las mas puras actitudes de buen trato, humildad, sencillez y espiritualidad en cada momento de su día, todo acompañado de sana disciplina.

Dios en su eterna paciencia dio a mi vida medio torcida la posibilidad de enderezar rumbo y cambiarla para mucho bien, pude recibir mi primera Comunión, y la Confirmación con el grato regalo de que mi padrino sea Padre Ricardo Col, hombre sencillo sabio, alegre en la paz de Dios y profundamente respetado.

Me dio también muchos hijos adoptivos que rezan por mí y muchos nietos mañosos también, a cuyas oraciones se que debo el buen vivir de mis días de vejez. Retirarme con una misa de ordenaciones sacerdotales donde se rezo por el descanso eterno de mi madre y mi esposa y que se ordenaran sacerdotes hombres de bien, de recto andar, jóvenes de gran corazón fieles a la Santa Iglesia y amorosos hijos de María, ese regalo de Dios nunca lo olvidaré.

Debo reconocer tanto apoyo espiritual y material en días complicados como fueron las enfermedades de mi esposa y mi madre y su compañía y palabras de vida eterna en sus despedidas, son dones invaluables.

Agradezco lo que espiritualmente soy en mis días actuales, donde un hombre de finca rústico y alejado de la oración hoy vivo más cerca de Dios gracias a lo recibido de esos buenos seres humanos que eligieron entregar su vida para que hombres como yo la recuperáramos.

Pido a Dios y a la Virgen se conserven las puertas del Seminario abierta a tantos jóvenes que desean ser sacerdotes y a tantas personas que necesitamos a Dios y allí lo encontramos en su manera más pura y sencilla.

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