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Celina Moyano


Mi nombre es Celina Moyano, soy de San Rafael, Mendoza, vivo en un distrito junto a mi esposo Pablo y nuestros cinco hijos. Decidí compartir mi testimonio en primer lugar por agradecimiento a tantas gracias recibidas a través del seminario y para aportar, con mis humildes líneas a tan noble y justa causa.

A largo de mi vida he tenido la gracia de conocer a varios sacerdotes de la diócesis formados en el seminario Santa María Madre de Dios, en todos ellos se observa un gran carisma, llenos de amor a la iglesia, una gran fortaleza moral y espiritual, todos ellos dignos de confianza, pacientes, con ganas de ayudar, de acercarse a la gente, verdaderos guías espirituales. Por sus obras los conoceréis … así como los hijos reflejan lo que reciben en su casa de la misma manera ellos reflejan lo recibido en el seminario.

Hemos experimentado en momentos difíciles de nuestra familia, su compañía, sus oraciones, sus palabras aliento, como por ejemplo cuando nació nuestro primer con varias complicaciones por las cuales tuvo que ser operado de urgencia, allí estuvieron presentes acompañándonos en todo, los sacerdotes y también seminaristas dado que por gracia de Dios mi cuñado Cristian Jurado, que ya es sacerdote, en ese entonces estaba cursando primer año de seminario. Gracias a tantas oraciones, que brotaron hacia el cielo, nuestro niño se recuperó antes de lo previsto. Confirmado esto por el pediatra de cabecera. Al cumplir tres años recibió otro diagnóstico muy difícil y siento mucho agradecimiento por el sacerdote que siempre nos acompañó, como un verdadero padre, con sus palabras de aliento, su compañía, y su guía para poder ver con los ojos de Dios.

Recuerdo también la gracia de encontrarnos al pasar el tiempo, con varios seminaristas, ya ordenados y que recordaban haber rezado por mi hijo. El seminario es fuente de oración, de formación para ayudar a los demás.

En los días de visita al seminario, cuando estudiaba mi cuñado, el padre Cristian, nos encontrábamos allí con los seminaristas llenos de alegría, de amistad y de esa paz que brota de Dios y que cada seminarista transmitía a sus familias.

También agradecer a los sacerdotes, que, por su formación, ejercen el ministerio de liberación y que nos acompañan a mis padres y hermanos en el combate espiritual que Dios permite que pasemos.

No hay palabras para describir las gracias que se reciben de las manos de los sacerdotes, y este seminario es un oasis de vocaciones, fieles a Cristo, a la Iglesia y a nuestra santa Madre purísima.

Con el corazón de madre ruego al Señor que por su infinita bondad y misericordia y con la intercesión de Nuestra Madre, permita que el seminario continúe abierto, y así tantos jóvenes, llamados por Él, tengan la oportunidad de una buena formación para mayor gloria de Dios.

16/09/20



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