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Cecilia Cerda de Debernardi


¡Estimados lectores!

Por honra al seminario Santa María Madre de Dios y porque es bueno ser agradecido, escribo estas líneas para trasmitir mucho de lo recibido por estos grandes sacerdotes de Cristo.

Sacramentos, confesiones, treintenas, novenas, vocaciones sacerdotales y religiosas, grupos de apostolados, toda una comunidad creciendo bajo el amparo y celo apostólico de muchos sacerdotes y seminaristas que pasaron por la Parroquia San José de General Alvear.

Vienen a mi mente tantos recuerdos que dejaron huella en mi vida y la de muchos jóvenes: misas solemnes, jornadas de reflexión juveniles (retiros), grupos de formación, fogones, congresos, charlas en las escuelas públicas (ser más), campamentos, misiones, competencias parroquiales, colegio Santo Tomás Moro, disputatio de secundarios, la vocación de nuestros amigos (P. Neri, P. Gastón, P. David, P. Denis, Hna Ana Laura, Hna Ma. Concepción) Un sinfín de gracias. Padre Guillermo Lemos cuánto por agradecerle. Toda mi juventud respaldada por sus consejos. ¡Rostro rudo si! Pero con un corazón noble y una sencillez espiritual que lo hace tan buen padre de sus hijos. Las amistades que se atesoran en mi alma y que hoy disfruto de tenerlas y compartir la fe en Cristo y Nuestra Santa Madre Iglesia son fruto de tantas charlas compartidas. Mi proyecto de vida, la compañía mientras estudiábamos en Mendoza, el rezo de la liturgia, el santo rosario, el valor de la santa misa, entender los designios de como Dios prepara el alma para encontrarse con quién hoy es mi amado esposo, vivir la castidad en el noviazgo, retiros ignacianos, formar una familia para Cristo y hoy acompañar la educación y crianza de mis hijos. ¡Cuántas oraciones y misas han ofrecido por nosotros! Rezo con mi familia por nuestros sacerdotes, para que los seminaristas continúen su formación en servidores del Buen Pastor en el seminario. ¡Dios nos mantenga firmes y perseverantes en la fe! Cecilia Cerda de Debernardi “Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (Pedro 3,15)


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