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Anónimo



Soy mamá de un joven que desde muy chiquito no encajaba en este mundo, su mirada parecía trascender todo el tiempo en búsqueda de algo. Un día me llamó a su habitación y me dijo: “me quiero ir al seminario”, tenía 11 años… mí respuesta:.. que??!!! Sos muy chico, no sabía ni dónde estaba el seminario ni que existía para menores. Acordamos no hablar, no darle importancia, ya se le iba a pasar. A los dos años siguientes, no recuerdo bien, si fue lunes o martes santos cuando me llamó nuevamente a su habitación, me abrazó y llorando me dijo: “me quiero ir al seminario, ya no aguanto más, tengo miedo pero, quiero ir”. Lo abrasé y llore con él. Al otro día vino el rector y nos contó del seminario, antes de que este se retirara, nuestro hijo le dijo que se quería ir a pasar semana santa allá. El jueves se fue, no nos dio tiempo de procesarlo. Cuando llegó su mirada irradiaba paz y me dijo: “encontré mí hogar, ojalá la escuela estuviera allí”. En mí egoísmo pensé: como su hogar?, esta es su casa, su familia, cómo puede ser que se sienta mejor allá, que hicimos mal? Pero el seminario santa María Madre de Dios, no solo lo acogió al él, nos tomó a todos como familia. La formación y el acompañamiento recibido nos fue transformando. Nuestro hogar se convirtió en una iglesia doméstica. Cuando nos enteramos del cierre del seminario nos angustiamos como todos, demás está hablar de esto porque son sentimientos compartidos. Mientras todos hablábamos de esto, nuestro hijo permanecía en silencio, en oración, cumpliendo sus deberes y en paz. Entonces le dije: “que sentís con lo que está pasando?”, respondió: “Dios me lo dio, Dios me lo sacó, si lo permite sacará un bien mayor, ahora es momento de demostrar cuánto lo amamos” No hay más palabra que agregar, las semillas ya están listas para caer en tierra fértil, dar frutos y volver a semillar por todo el mundo. Podrán quitarnos todo, pero nada nos hará perder la fidelidad a Dios. Surgirán grandes Santos de estos tiempos y tenemos la dicha de vivir con ellos. En cada eucaristía, que el valiente sacerdote me da la comunión en la boca y de rodillas se me estremece el alma. Gracias sacerdotes y seminaristas por el testimonio que están dejando. Grandes Santos y mártires surgirán!!


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